Manara |
Fragmento de Homo Dialecticus
-Güeno, la cosa empezó cuando la Enriqueta se la dio de finoli y se jué con un caudiio ’e la política. Al Heráclito (el hermano, ¿se recuerda?) no le gustó ni un carajo, tampoco, pero cuando me decidí a ir a reclamarla bien que se cagó y me dejó solo. Ansí que dolido y boliáu como dice el gaucho Fierro del crestiano enamoráu, agarré y me juí pa’l cabaré ande la tenían trabajando’e puta, a la estúpida. Me la quise ievá a la juerza, pero vinieron los matone’ y me dieron una paliza que ni en lo’ mejore’ tiempo’e lo’ cura’ me habían dáu. Tantito que me dejaron por muerto, vea. Pero siempre jui duro, sobre todo’e la testa. Me tiraron al canal de acá a unaj cuadra’, que desemboca en el río, vio, y por suerte caí con la narí ajuera’el agua, que si no no le’staría contando ná de esto. Y ahí mismito jue donde m’encontró ñá Candelaria, una culandrera qué no sé cuántoj’año’ tendría, pero parecía que los tenía tuitos. No sé como hizo, pero de algún modo se laj ingenió pa’ievarme a su rancho. Cuando me disperté, me dolía hasta el pelo, vea. No podía ni abrí loj ojo’ de lo hinchaú que estaban. Pero me di maña pa’ mirá por la rendija. Estaba acostáu en un camastro casi tan piojoso como el que teníamo’ con el agüelo, pero no importaba. Aparte, iá estaba acostumbráu a eso. También había virgencitas, corazones de Jesú y tuitaj esa’ cosa que iá me tenían podrido dende que me pusieron con loj cura’. Y una jaula con un caburé, bicho jodido que me miraba que parecía el mismo mandinga. Lo último que me ricordaba eran la’ luce’ que veía mientra’ los jué puta me daban palo. Y los palo’ no me dolían, fíjese Cratilo, lo que má me dolía era el desprecio’e la Enriqueta, si seré asoliáu. Me quise levantá y no pude. Ansí que m’eché a iorá como un gurí. Y endispué a preguntarme quién me había ieváu ahí. Los cura’ no podían sé, porque nunca vi a denguno d’eios viví en un lugá tan pobre como ése, ansí que se mi acabaron laj idea’. Lo único que podía hacé era esperá a que apareciera la persona que al parecé mi había salváu. Y no se hizo esperá mucho. Entró la vieja, secándose la’ mano’ en un delantal; era bastante alta, tenía una piel escura y unoj ojo’ medio pardo que te miraban fijo, casi como laj víbora, vea, y la verdá, no sé si por lo’ palo que me habían dáu o quién sabe por qué, se me jué todito el coraje y m’eché a iorá otra vé. ‘Tonce me dijo que me dejara’e mariconada’, que no era un gurí y que si no me portaba como macho m’iba a tirá a la zanja de güelta. Endispué se acercó, me bajó loj calzone’ y me agarró el bicho, le tomó el peso con la palma’e la mano y dijo y güeno, no es gran cosa pero capá que sirve p'algo. Y me la empezó a sacudí. Ió no quería sabé nada d'eso, estropiáu como estaba, pero la vieja sabía lo que hacía, sí señó. Flor de paja, m’hizo, y se lo dice Benigno Pajón, nada meno’, que de eso sabe bastante. Y dispué dijo La mierda, que tenía afrecho, el mozo, Con razón se anda haciendo rompé’l alma buscando puta’. Y se golvió a limpiá laj mano’en el delantal. Endispué se presentó, me dijo qu’era culandrera y que ahura mi vida era d’eia, porque ió había estáo jugando un truco con San Pedro y eia me había reclamáu. Me pareció justo; y risultó ser que dispué de semejante paja, la Enriqueta iá no m’interesaba tanto. Vio mozo, cómo son laj cosa’: cuando es pendejo, uno se cré que está enamoráu y en realidá lo único que quiere es echarse un güen polvo. Ni bien me jui curando, que para eso también Ñá Candelaria era güena, mi’empezó a mostrá sus oficio’. Lo primero qu’hizo jué decirme que ió tenía envenená la sangre, y que hasta que no lej diera el güelto a los que mi habían maltratáu no iba a podé viví en paz. Ansí que agarró unoj iuio’, empezó a rezá y a frotárselo’ a un facón. Dispué me dijo que ahura, con ese facón, naides m’iba a pisá el poncho otra vé. Y qué quiere que le diga, me los cargué a loj matones del cabaré, le corté la jeta a la Enriqueta para que se recuerde de mí cada vé que se vea al espejo, y gracia’ a esa magia estoy acá, luego de tantoj entrevero’, contándole la historia. Si no juera por esa magia, iá estaría viendo crecé los rabanito’ dende abajo, como quien dice. Y otra cosa que no le conté, es que Ñá Candelaria era vieja, sí, pero estaba bastante güena a pesá de la edá. Y le gustaba darle como loca, ansí que jué de lejo’ la mejó hembra que tuve, aunque me traía a culazo limpio tuito el día. Y si el amigo me iegaba a mañereá, sabía muy bien que hacé y qué iuio’ darme pa’ponerlo como estaca.