miércoles, 22 de junio de 2011

DEUS ET LINGUA

-Dios habla en lenguaje matemático.
-Primero, Dios, no sé si existe. Segundo, si existe, dudo que hable. Tercero, si habla, dudo que lo haga en lenguaje matemático.
-Lamento que la zancadilla cartesiana te haya afectado tanto. Lo que te digo es harto evidente. Ya lo sabían los pensadores de la antigüedad, y mismo hoy día la única manera de aproximarse al plan divino es a través del análisis de ecuaciones. Más allá de todas las reducciones mecanicistas, segmentadoras de procedimientos gnoseológicos en función de pragmatismos varios, mas allá de las elaboraciones de corte psicologista, metafísícas o filosóficas, viciadas por su inevitable componente subjetivo, sólo quedan números y fórmulas que desentrañar. La gran metáfora del secreto nombre de dios, el número cabalístico, la resolución del teorema primario; ése es el único camino hacia la verdad objetiva. Todo lo demás son lenguajes ajustados a conceptos que acaban autofagocitándose, una vez terminado su acto de canibalismo respecto de todo otro discurso más o menos opuesto, o incongruente con él mismo.
-El tuyo también es un discurso del tipo de los que querés dar por perimido…
-Claro, pero porque aún no he podido ajustarlo a términos algebraicos; y si lo hubiese hecho, dudo que pudieras llegar a entenderlo.
-¿Ves lo que te digo? Las matemáticas están bien para contar volúmenes de cosechas, cantidad de huevos en el gallinero, o si querés, capacidad de fuego de un ejército. O cosas como ésas. Si las extrapolás a cuestiones metafísicas, terminás hablando más giladas que los pitagóricos, o los idiotas ésos que ahora tratan de averiguar con la calculadora qué carajo pasaría si cayeras en un agujero negro, o si viajaras a cinco veces la velocidad de la luz. (Entre paréntesis, el cálculo “oficial” de la velocidad de la luz ya me parece un número arbitrario, establecido por tipos que dan por cierto algo incomprobable. No saben qué carajo es la luz, a ciencia cierta, pero creen saber a qué velocidad viaja... cualquiera, decime vos si no están delirando.)
-No, pero eso ha sido demostrado con prolijas experimentaciones y apoyatura de tecnología adecuada.
-Ah, a eso sí le das crédito, ¿no? Bueno, mi amigo, supongo que estás escogiendo arbitrariamente los medios para adaptarlos a fines preestablecidos. Eso es lo que hemos estado haciendo, los homo sapiens. Diseñar herramientas de acuerdo a nuestras necesidades y características. Al principio, puliendo piedras. Después, sofisticando las técnicas y desarrollando artefactos cada vez más complejos, en un principio para tomar ventaja en las cuestiones de supervivencia y dominio del entorno. Después, el propio impulso y las capacidades de algunos individuos -sobrados de tiempo por las condiciones que esta escalada tecnológica generó en ámbitos si se quiere sociológicos-, hizo que el modelo de mensura determinara primero las características de los objetos a estudiar, y propició un estado de cosas en el que la corroboración estaba ya dada potencialmente en los instrumentos diseñados para tan fraudulento cotejo. Fijate que una impronta tan decisiva para el derrotero evolutivo del organismo humano tenía por fuerza que cristalizarse -como de hecho lo hizo- de modo tal que seguramente nos llevará algunos milenios más desarticular ese molde tan restrictivo.
-Está bien, pero precisamente las matemáticas y la lógica simbólica, por las características abstractas que les son propias, constituyen la única vía para despejar esos componentes culturales distorsionantes a los que hacés referencia.
-Y un carajo. Por el contrario, esa clase de lenguaje define palmariamente el diagrama que estructura lo que ingenuamente llamamos cosmos. Una ínsula de ecuaciones sujetas a elementales empiries que nos deja en un archipiélago de presunto sentido y cuyas costas se ven azotadas por el maremágnum de elementos caóticos irreductibles. La regularidad en las sucesiones de día y noche, el equilibrio de los sistemas planetarios, las fases lunares, todo eso es apenas un ápice de certidumbre enclavado en lo absoluto, que es caótico, inmensurable, indiscernible e inabarcable por cualquier componenda metódica.
-Dios es la unidad. A partir de un acto de diversificación, de evidente sesgo numérico, produjo lo que conocemos como realidad. Y es nuestro deber desandar las líneas de creación, adecuarlas a un sistema, discríminar y juntar, hallar la pauta general que descifre por fin la economía celeste.
-Siendo así, sería muy fácil. La secuencia entonces sería: 0 /1 / 2 n.
-¡Joder! ¿Sabés que tenés razón?
-Igual, no lo tengas muy en cuenta. Es sólo una pequeña contribución para evitar que tu sacrosanto lenguaje abstracto continúe sufriendo la misma, absurda e infecunda complejización que los demás. El ser y el no ser, mas todos los claroscuros entrambos, no aceptan clave alguna. El misterio final se ríe de todo intento decodificador. Cualquier empresa en ese sentido resulta, a ultranza, payasesca.

-Ladran, Sancho. Señal que factoreamos.