sábado, 14 de mayo de 2011

Ió lo he conocío al tal Loayza


Hace algunos años andaba acompañando a un amigo camionero -de cuyas heroicas andanzas doy cuenta en algunos de mis cuentos y novelas- cuando nos detuvimos un par de días en Campo Largo, Provincia del Chaco. Todo muy lindo y frugal, un pueblo bastante delicioso. Pero la sombra de un lobizón ensombrecía las miradas de los parroquianos, que no hablaban de otra cosa. Típico, en mi pueblo natal aparecían cíclicamente lloronas, lobizones, espíritus de diversas características, imágenes milagrosas, etc.
Mi amigo fue a cargar el mionca, pero se encontró con que habría una espera de varias horas, y debía permanecer en la fila; así que por mi parte preferí pasar el tiempo en un bar -obviamente-, así que allí lo dejé, escuchando las cintas de AC/DC y cagándose de calor bajo el poderoso sol chaqueño, para dirigirme hacia un lugar de bebidas de ésos en los que jamás una mujer osó hollar con sus pecaminosos pies. Me senté a una mesa de madera enclenque, que se movía como si hubiese estado apoyado cada par de sus patas a un lado diferente de la Falla de San Andrés. ¿Qué va’ tomar? Me preguntó el bolichero desde el mostrador, y le contesté que una ginebra. Trago común en nuestro interior, cuestiones de imagen, ¿viste?. Aparte no me desagrada tanto, qué va.
En la mesa de al lado, desde la semipenumbra, un gaucho rubicundo, grandote y ya entrado en años, me preguntó si le pagaba una grapita. No empecés, Tabarez, le dijo el capataz, dejá tranquilo’ a los clientes.
-Todo bien, patrón -tercié-, traiga una grapa para el amigo.
Entonces el colorado grandote se vino para mi mesa, al tiempo que me preguntaba si yo era periodista.
-¿Periodista? ¿por qué me pregunta eso?
-Ah, ¿no viene por lo del Lobizón?
-No, mi amigo. Vine a cargar madera en un camión.
-A, vea usté.
-¿Vienen periodistas por ese tema del lobizón?
Saben venir, sí.
-¿Pero hay algo de cierto en eso?
Vea, le vuá contá todo lo que sé:
 
 

Ió lo he conocío al tal Loayza, ése que dicen que se venía lobo las lunas ienas. Una noche lo mataron, al compadre, vio, y creo que jué una muerte inútil, qué quiere que le diga. Que´l hombre juera lobo no quiere decir que juera malo, la verdá.
Ió nunca juí de laburar mucho, vio. Pa’ mí el trabajo lo mata a uno antes, y a nadie se le ha ocurrío prohibi’lo. Pero vio, a veces el haaaambre maaaanda y no queda otra. Ansí que juí y me metí de hachero, nomás, que era lo único que se conseguía. Hay que estar en el trabajo del monte, no se vaya a creé, no... y güe-no, pa’ descansar y que me pasen los dolores me tomaba una que otra caña, vio. Y no sé por qué diantres una güelta un hijue puta se puso celoso y me tuve que rajar pa’l monte. Estaba medio mechadito, no se vaia a creé, pero no tanto como pa’ ver visiones, le digo. Le digo y le juro. Me había acurrucáo al láo de un eucalitus y le iba a dar al ojo, vio, pa’pasarla, cuando algo me olfatió la oreja. En mi vida me han dáo un julepe pior. Era Don Loayza, pero todo peludo y con uno’ diente ansí (sí, sí, guárdese esa sonrisita pícara que se le está escapando porque le pego un bofete). Salté pa’l costáo y le dije "tenga mano, compadre, qué es lo que quiere, que me anda oliendo…" No, si hay que estar, vio. A un lobizón uno se lo imagina pior que la milicada, a veces. Pero este no. Este Loayza era un lobizón lírico, aunque no me lo vaia a creé. Un lobo manso, y eso que ió no soy San Francisco...
-Quédese tranquilo. –me dijo el lobizón-. No ando buscando nada.
-¿Entonces pa qué me anda oliendo, pué? ¿Me va a comé, o qué? Le dije ió.
-Sabe qué pasa, que cuando me toca convertirme le tengo una fe ciega al hocico, le juro. Más, de noche. Tendría que probarlo.
-¿A mí?
-No, digo que usté debería probá ser lobizón.
-No, ta loco usté. Por áhi andan los mozos cargando balas de plata pa’ darle
-¡Balas de plata! Qué asoleáo que son, pué –dijo, haciendo que no con la cabeza. -Con una de plomo basta y suebra, qué quiere que le diga. Pero si se quieren poner en gasto...
-No diga...
-Claro. Vea, lo más de lo que andan diciendo por áhi son bolazo. Qué ésto, que’l sétimo macho, que la luna... uno se hace lobo cuando quiere, vea. Se raja pa’l monte y listo. Quédese tranquilo, hágase un toldo y quédese por acá una temporadita. Va’ ver como todos los pajueranos ésos lo toman por lobo. En unoj cuantos días, nomás.
-Pa’ mí que usté esta loco –le dije, bastante acojonáo, no se vaia a creé. Hay que decirle eso en el hocico a un lobizón.
-Por áhi andamos rumbiando, compadre. Endemientras piense que estoy loco, no va a podé ser lobo usté.
-Pero que ió no quiero ser ansí, todo peludo y con cara ‘e loco (y le digo a usté que si se sigue riendo no le cuento más nada aunque me tenga que pagar la grapa ió mesmo).
-Como quiera –me dijo Loayza. -Güélvase pa’l rancherío y enfriéntese al fierro del que lo anda buscando. Vaia y déle y déle al quebracho pa’ pagarse el trago. Vaia nomás.
Le juro que redepente se me vinieron las ganas de probá.
(¿Y qué hizo entonces?)
-Y qu’iba ió a hacé? Le pregunté si era muy jodido el laburo e’ lobo.
-Y, mire, hay de todo, vio –me dijo. -Hay alguno que no se aguantan la sé, vio...
-A mí me pasa...
-No, pero no estoy hablando de caña. Le digo lo de la sangre, pué.
-Ah, jodé -dije, y tragué saliva.
-Y, la sangrecita tira, vio. No le digo una de vez en cuando, pero si le entra a dar...
-Sí, como todo.
-Claro, pero tiene la ventaja del monte, de no andar aguantando toda la cháchara d’esos que dispué vienen y le dicen a uno que está loco, y no saben adónde tienen el culo.
-¿Pero nomás por estar acá me van a crecer los pelos, y me vuá poné tan feo?
-No, pa’eso la tiene que ver a Ñá Sotelo, que le prepara un ungüento que lo deja boliáo, a uno. Un rato, nomá. Dispué güelva por acá que lo muerdo, y listo.
(¿Y usted qué hizo?)
-Y, lo que decía el tal Loayza no me parecía tan bolacero. Ansí que le pregunté si m’iba a mordé fuerte y me dijo que no, que hasta sacar sangre, nomás. Ansí que me juí pa’ lo de Ña Sotelo, que me estaba esperando; como si hubiera sabido, pué.
(¿Le puso el ungüento?)
-Sí, y me dio una locura que ni le cuento, vea.
(¿Y después volvió con Loayza, para que lo muerda?)
-Claro,¿pa’ que me vuá dejá embadurnar con la porquería ésa, si no?
(¿Y qué pasó?)
-Usté pregunta mucho, joven. Pregunta cosas pa’dispué ir a hacerse el vivo por áhi, y ansina no es. Vea, haga una cosa: vaia a verla a Ña Sotelo y después güelva por acá. Y sabe qué, me va a tener que invitar algo más que un par de cañas pa’ que le cuente el final
.