jueves, 4 de agosto de 2011

LAS ENDECHAS DEL DIABLO

                          Ascuas sin aire solubilizan el entorno mientras el diablo reza endechas que trasuntan cierto aire de argucia emocional, noción del límite espejando tinieblas en tétricos nocturnos. No sé si es lícito pero estoy tratando de escupir desequilibrios, de adorar ideas y enarbolarlas como banderas revulsivas. ¡Salgan, palabras, de mí, para atormentar despiadadamente a la periferia de mi sistema! ¡Salpiquen el frondoso fondo del misterio con sus grises paleonto-LOGÍAS! Mero anhídrido carbónico con vahos de fiebres estomacales acariciando la Nave de la Alianza, mas sólo en sueños. Basta de aquelarres, me dispongo a leer los diarios con la mínima congruencia.
(La libido es buena señal pero acaban de tocar a la puerta.)

 “Vendo vísceras, señor, y libros religiosos,
mi familia tiene la fea costumbre de comer.
Y el paraíso difícilmente nos facilita las cosas,
vea,
siquiera me favorecen las narcosis terapéuticas
así que vendo
buenas vísceras
y los mejores libros sapienciales,
mas nadie los quiere.
Tristemente, señor, entonces
celebro mi ambigüedad encefalorraquídea
y me alegro al menos
de poder seguir sintiendo hambre,
señor.

Vuelvo a tejer telarañas entre vistazos que pretenden mantener alejado al numeral, mientras el sistema solar articula sus entropías decimales y agrega desconcierto con las órbitas supernumerarias de segundo orden; y yo espero otra vez mi lunático desequilibrio, tan fatal en sus desacompasados ciclos. Dios, en tanto, sólo escucha a los genuflexos y desoye a los desesperados. Bienaventurados, pues entonces los que manipulan los dogmas, porque de ellos será el reino del libre mercado.